Una de las mayores dificultades a las que se enfrentan los que se aventuran a trabajar por cuenta propia —ya sea como profesionales freelance, autónomos o emprendedores— es la de poner precio a su trabajo. ¿Cuánto vale lo que ofrecen? ¿Cómo cuantificar el valor de su tiempo y de su trabajo? ¿Es correcto lo que piden? ¿Caro? ¿Barato?
De entrada, puede parecer fácil porque creemos que basta con decir la cantidad que uno considera adecuada. Pero la realidad es que en este proceso también entran en juego las emociones, y estas no entienden de números…
Solo un autónomo o un emprendedor sabe las sensaciones que se disparan en el momento de entregar un nuevo presupuesto o atreverse a subir los precios: inquietud, tensión, incertidumbre, miedo… Y todas ellas son el reflejo de otras cuestiones internas que conviene reforzar para ganar confianza, seguridad y, lo más importante, sentirnos merecedores.
Lo más importante es sentirnos merecedores de los precios que establecemos
Fijar precios es, en definitiva, una cuestión de mentalidad que va mucho más allá de lo puramente económico y de nuestra relación personal con el dinero. Así lo defiende Ire Martín, experta en mindset, liderazgo y psicología de la comunicación, y autora del libro Sin miedo eres más sexy, quien considera que “nadie debería cobrar poco por sentirse poco”.
Ire Martín afirma que el principal problema al que nos enfrentamos a la hora de establecer precios o responder, por ejemplo, en una entrevista de trabajo a la pregunta de cuál es el salario que nos gustaría percibir es que “ponemos por delante a la otra persona en lugar de anteponer nuestros propios intereses”. “Estamos tan enfocados en buscar la aprobación externa que intentamos acertar el valor económico que el otro está dispuesto a pagar por miedo a que no quieran pagar lo que realmente consideramos justo”, aclara.
Esto sucede —explica— porque socialmente nos han educado para evitar el conflicto, especialmente a las mujeres que, por nuestra naturaleza ancestral de cuidadoras, sentimos la «necesidad de querer agradar a todo el mundo”. “Ese miedo al conflicto es el que hace que siempre estemos por debajo de nuestra valía y el que nos impide cruzar esa barrera”, puntualiza Ire Martín.
Socialmente nos han educado para evitar el conflicto
Por esta razón, tal y como subraya la experta, no es solo una cuestión de dinero, sino que es algo mucho más profundo que nace del miedo al rechazo, a no ser aceptados y a que no respeten lo que hacemos. “Y esas tres aristas conforman nuestra base de protección a nivel de supervivencia interna porque lo que buscamos es justamente amor, aceptación y pertenencia”, declara.
El conflicto que supone la negociación, tanto de precios (en el caso de los autónomos) como de salario (en el caso de los trabajadores por cuenta ajena), puede llegar a generar una inseguridad y una tensión extremas que, en el peor de los casos, pueden derivar en estrés y ansiedad.
Creencias dañinas que nos limitan
Cuando conseguimos cobrar lo que queremos, sentimos que hemos avanzado. Pero cuando no lo logramos, llegan otros gigantes a los que batir como el famoso síndrome del impostor, acompañado de esa horrible sensación de «yo no valgo para esto» o «hay gente mucho mejor que yo». Pensamientos que cuesta abandonar y que nos hacen perder la perspectiva por completo.
Son muchos los emprendedores y autónomos que, pese a ser brillantes en su trabajo, no consiguen mantener sus negocios a flote por estos resortes sin resolver que les impiden avanzar y conseguir resultados. Igual que hay empleados con unas cualidades excepcionales que nunca llegan a sentirse realmente valorados por sus empleadores —al menos en cuanto a dinero se refiere—.
¿Qué podemos hacer para acabar con esa sensación de insuficiencia o ese miedo a negociar la cantidad que consideramos correcta? ¿Realmente crees que no queda más remedio que conformarse y resignarse? Para nada.
Ire Martín nos da una serie de recomendaciones básicas para poder empezar a vencer esos miedos y modificar creencias y comportamientos que, poco a poco, nos acerquen a la meta que queremos alcanzar y nos empoderen para presentar presupuestos justos, subir los precios o pedir un aumento de sueldo.
Aterriza tus números
¿Cuánto dinero necesitas cobrar cada mes para tener la vida que deseas? Piénsalo y fija dos cifras: la mínima y la ideal. Ese es el primer paso para tener un objetivo claro.
Si te parece una cifra inalcanzable en este momento, siempre puedes fraccionarla para marcarte objetivos más pequeños que podrás alcanzar en un periodo más corto de tiempo.
Si, por ejemplo, estás pensando en subir los precios, pero todavía no te atreves a dar el salto, también puedes hacerlo de forma gradual y empezar a incrementar tus tarifas desde hoy teniendo siempre presente la cifra final que consideras justa y el plazo máximo que te marcas para alcanzarla.
Un no te acerca a un sí
Durante el proceso, habrá picos y valles e, irremediablemente, llegarán noes pero también síes. No desistas y, en lugar de focalizar tu atención en lo que te falta, piensa en lo que tienes en este momento: en los clientes que han aceptado y quieren trabajar contigo, en aquellos que verdaderamente valoran tu trabajo, en esa mejora que has conseguido en el trabajo si eres asalariado, etc.
Enfócate en la valía, en esos pequeños éxitos positivos y piensa que si has ido consiguiendo síes es porque hay personas que están dispuestas a pagarte lo que tú consideras justo porque valoran tu trabajo. Ahora solo tienes que ir encontrando a más personas que estén en esa sintonía.
Respeta tu propio ritmo
Cada persona tiene su propio ritmo. No quieras conseguirlo todo en un día. Piensa que para lograr tu propósito y ver una transformación real tienes que cambiar esas creencias, esas limitaciones y esos comportamientos que te impiden avanzar. Y eso, evidentemente, lleva su tiempo.
Ten compasión de ti mismo y acepta tus tiempos. Quizá vayas más lento o tardes más en alcanzar la meta final pero no te preocupes por eso, lo único importante es llegar.